AA

Un policía empezó a hablar; decía que se afocara alguien. En eso se afocó mi tío. Inmediatamente preguntaron por mí, por el Chayane, dónde está, mi tío dijo que no sabía.

Me tiré en el piso y empecé a gatear. Mi camarada Pancho se metió al baño, apagó la luz y se quedó debajo de la regadera; para ese entonces ya había policías en el patio de mi casa; se asomaban por las ventanas. Yo me asomé por una y alcancé a ver a uno de ­ellos; grave problema, dije. Los policías se fueron pero volvie­ron, le dijeron a mi tío que si no cooperaba lo iban a acusar de encubrimiento. Mi tío me dijo que ya lo estaba embarrando, que me entregara. Simón, le dije, pero le pedí que hablara con los buenos de la mafia de Sonoyta, para que me ayudaran. Mi tío dijo que sí pero no me hizo valer.

Entraron por mí, me pegaron unos cachazos, me sacaron con la cabeza tapada con mi camiseta, me subieron a una patrulla, me pasearon, me cachetearon, me dijeron que yo me lo había aventado. Les dije que simón, les inventé que yo lo había enfierrado porque me robó unas cosas de mi patio, unos rines de bicicleta, unas mangue­ras, y me quebró una ventana porque se quería meter a la casa de mi amá, y pues como yo supe porque me dijeron los vecinos, inmedia­tamente fui con él y nos peleamos, y así fue. Sabes lo que le hiciste al bato, me preguntaron. Contesté que no. Pues al bato lo mataste, me dijeron. Hijuesuputa madre, dije yo, ¡chale!; pensaba en las consecuencias, porque yo en ese tiempo sabía de la existencia de reformatorios, y pensaba que por un asalto darían unos cinco años de prisión y por un homicidio veinte años. Estoy jodido, dije, ya perdí.

Declaré y acepté, pero me pedían el arma y no quería darla porque si no la entregaba me podía defender y decirle al Ministerio Público que los judiciales inventaron mi firma. No capeaba con el cuchillo, no lo quería entregar, por eso me empezaron a golpear y llegó a un grado de que me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza: fue cuando les dije que el cuchillo estaba en el escurridor de trastes de mi casa; luego me pegaron una cachetada. Entonces oí que le dijeron al comandante que ahí tenían al responsable, declarado y confeso; agregaron que iban por el arma.